El asombro del niño santo y las constelaciones enteógenas

 


“Los psicodélicos serán para la psiquiatría lo que el microscopio es para la biología o el telescopio para la astronomía" Stanislav Grof.

“He amado a las estrellas con demasiado cariño como para tener miedo de la noche". Galileo Galilei.

Muchas entre tantas veces que observe el cielo nocturno bajo el efecto de la enteogenia triptaminica del reino fungi, las distintas estrellas de la bóveda celeste, conformaban “constelaciones moleculares” con alusivas representaciones de estructuras químicas. Para mi consciencia, esta forma de visión me lleva siempre a una pregunta con respuesta a sabor misterio y asombro, es decir, a experimentar de manera integrada “como es arriba es abajo”.

¿Y si las Constelaciones del zodiaco fueran como moléculas cósmicas con un poderoso efecto sobre la evolución del planeta tierra y nuestras consciencias?

¿Cuál fue la inspiración de nuestros ancestros en el estudio de los astrologia y las figuras del cielo? ¿Cómo fue que nos desconectamos con los ciclos naturales del tiempo?

¿Serán estas moléculas sagradas, el medio para lograr algún tipo de comunicación cósmica con la sabiduría o la inteligencia que guardan estas luces distantes del cosmos?

¿Por qué ciertas moléculas tan específicas del reino fungi y reino vegetal, guardan tanta similitud con nuestros neurotransmisores?

¿Podrán ayudarnos estas medicinas sagradas a profundizar en un tipo de autoconocimiento sobre estas influencias planetarias y cósmicas?

Alguna vez propuse también que la forma de la flor de cacao con sus diferentes estructuras pentagonales, nos invita a observar su equivalencia en el epico viaje en forma de flor que realiza el planeta Venus alrededor de la tierra. 

Una vez, en estado visionario pregunte a mi interior ¿QUE SOY?  una gran estrella fugaz de color verde se presento ante mis ojos. Gracias a esta visión, sigo meditando en la transitoriedad y la impermanencia de la vida.

 Carl Sagan dijo alguna vez que “el nitrógeno de nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono de nuestras tartas de manzana se produjo en el interior de estrellas en colapso. Estamos hechos de materia estelar.”

Tambien me lleva a pensar sobre la panspermia como la hipótesis que propone que la vida existe en todo el Universo, distribuida por polvo espacial, meteoroides, asteroides, cometas y planetoides.

La vida como la conocemos podría estar distribuida por todo el cosmos y quizás el estudio de los hongos y las bacterias sean la clave para llegar a esta conclusión.

Todavía conservo en mi altar, un pequeño trozo de un meteorito que personalmente fui a buscar a Reserva Natural Piguem N’Onaxa, conocida como “Campo del Cielo” en Chaco, donde yacen algunos de los sidelitos más grandes que han caído en el planeta. Estos pedazos del cielo datan su existencia en 3700 millones de años y cayeron en el planeta hace 4000 años.

 Para los Tobas estas “gotas del sudor del sol” tienen un gran sentido mítico, representando quizas nuestra pertenencia a las estrellas.

Para los antiguos egipcios, la constelación de Orión representa al Dios de la resurrección Osiris, el cual también es símbolo “de la sangre” del árbol de la acacia. Dicho árbol contiene el compuesto enteógenos conocido como DMT, el cual fue utilizado en la antigüedad para acompañar procesos de disolución del ego en las escuelas de misterios iniciáticos. Es notable el parecido “molecular” entre esta Constelacion y la estructura química del DMT.

Agradezco profundamente a mi amiga y artista Rocio Gallegos el poder plasmar en magia ilustrada lo que intentar comunicar estas palabras.





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