Hongos, panico, Jesus y la crucifixion del ego
En mis primeros años de exploración con enteogenos, la vinculación
con estas medicinas se daba exclusivamente en contextos de grupalidad, en los
cuales “set” y “setting” estaban parcialemente integrados de manera terapeutica o con una finalidad mas espiritual. Se volvia algo muy azaroso que una experiencia tuviera profundidad en esos ambitos. Recuerdo momentos en fiestas “rave” donde en cierto momento de la noche, yo solia desaparecer de la escena. Escapaba con cierta desesperacion hacia el encuentro con mi propio ser y con la naturaleza. Hubo un momento donde deje de encontrar refugio en esos contextos grupales y comencé a experimentar en
soledad con diferentes medicinas, entre ellas con los hongos psilocibios.
Explorar esta manera, parecía ser la indicada para encontrar sintonía con aquello
profundo que necesitaba revelarse. Aun así, no era la mismo tomar MDMA o fumar
cannabis, que tomar hongos en altas dosis.
Fue así que varias veces, incurrí en esta practica con varias
experiencias desafiantes donde sentí que necesitaba ayuda para comprender lo
que me estaba pasando. Recuerdo una vez que comencé a sentir pánico y entre en
un espacio de mucho miedo. Hubo un momento de desesperación donde llame al 911
para pedir ayuda, pero la persona que me atendió le pareció una broma que un
joven de 17 años le diga que sentía que se iba a morir porque su corazón le latía
muy fuerte. Eso que no le mencione lo que había consumido. En esa experiencia, aprendí
también la lección de no fumar cannabis a la hora de comer hongos, al menos no en la dosis en la cual lo hice aquella vez. (leer Micetismo cerebral, misticismo espiritual y la disolucion del ego)
Muchos años después y ya con algo mas de practica en esta
manera de tomar hongos, tuve una visión muy poderosa que hasta la fecha continúo
integrando por todo lo que representa. Hubo un momento que al final de un
colorido túnel, se presenta la imagen de Cristo crucificado, parecido al de la
imagen de la Cruz de San Damiano, en la cual Jesus derrama su sangre sin estar “sufriendo”.
En ese momento, tuve la certeza que esa imagen estaba simbolizando una muerte/disolución
de mi ego. Fue ese momento en la experiencia donde uno parece que suelta todo
tipo de resistencias y se entrega sin reservas a la aceptación de lo que es y
esta siendo en ese momento.
Hoy mis reflexiones respecto a aquella experiencia son bien
profundas y filosóficas. Primero pienso en la integración sincrética que tuvieron
los pueblos originarios como los mazatecos respecto al lenguaje para definir a
los hongos como las “lagrimas de Cristo”, la cuales podrían representar la liberación
y redención de nuestro ataviado ego. Quizás esas lagrimas sean las que puedan
ayudarnos a transformar todo dolor en amor. Quizas esas lagrimas sean las que nos enseñen que todo sufrimiento es opcional y que la compasion sea el camino para el despertar colectivo del micelio humano.
Tambien pienso en toda la iconografía casi velada y oculta del reino fungi en viejas iglesias, cuevas y templos antiguos. ¿acaso hemos perdido la memoria femenina del extasis dionisiaco que nos otorga la experiencia directa con una planta u hongo sagrado?
Luego tengo algunos pensamientos sobre si verdaderamente existió ese tal Cristo en forma humana (como asevero John Allegro en su libro Cristo y el hongo sagrado) y que en realidad la enseñanza mas profunda que se nos presenta es como la vida puede ser un camino iniciático hasta el momento donde acontece una “crucifixión”, es decir una transfiguración o integracion de nuestro Ego con fuerzas superiores de Consciencia, para verdaderamente conducirnos maduramente en la vida por un camino de paz, amor y compasion.
No hablo aquí de un estado de iluminación al mejor estilo “Sahaj samadhi” como mencione en un articulo anterior, sino mas bien como un estado que nos puede visitar a menudo como un invitado amigo o aliado, el cual nos habite con cierta permanencia en nuestras vidas para no caer en la memoria del olvido.
Quizás ese sea el mensaje que nos regalan las plantas
sagradas, es decir, esas necesarias crucifixiones de todo aquello que nos
condiciona y de lo cual necesitamos desapegarnos. Por ello quizás es necesario
saber lo que necesita morir, cuando vamos al encuentro con esos espacios donde
puede presentarse la oportunidad del símbolo de la Cruz, con la consecuente
muerte e inminente resurrección.

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