La sutil linea del sentir
La sensación es que el tiempo pasa muy rápido y que nuestro
cuerpo parece no alcanzar el ritmo de la velocidad “virtual” a la cual se
acostumbra nuestra mente. Con este ritmo acelerado, nuestro sentir queda
olvidado. El sabio cuerpo necesita del sentir y si prestamos suficiente
atención, nos hará saber que no está siendo escuchado.
Y de repente aparecen en escena estas medicinas en distintas presentaciones, protocolos y formatos. Escuchamos muy románticamente que una macro (dosis alta) de algún enteógeno “puede cambiar tu mente”, "sacarte de una depresión”, "eliminar instantáneamente síntomas de ansiedad" etc
Creemos que sentir semejante intensidad es sinónimo de transformación o que-a mayor dosis-más profundas las disoluciones de nuestros egos.
Y todo pareciera que necesitamos cambiar ya mismo, como si estuviéramos a
un click de distancia de la tan aclamada iluminación.
Quizás pueda ser útil para algunas personas que en determinados momentos necesiten de estos “cimbronazos” o “pequeñas muertes” como si de verdaderos ritos de paso se tratasen. Existen estructuras psíquicas que podrían recibir un enorme beneficio en formatos ceremoniales y grupales donde se compartan conscientemente estas medicinas. Aun así, cuestiono e interpelo a la apresurada mente occidental que desconoce una progresividad interoperceptiva de su corporalidad y sexualidad, así como el desconocimiento de su propia sombra como camino de trascendencia
Experiencias desafiantes o retraumatizantes con estas medicinas, pueden acontecer
sin una gradual preparación y sin un contexto/guía adecuada.
¿Por qué tenemos tan metido ese programa de querer llegar
rápido a un lugar como resultado final?
Tomemos el ejemplo del orgasmo. Tenemos aprendido que la
experiencia sexual tiene la meta exclusiva de “acabar”, es decir llegar a un
final que generalmente se da a través de un orgasmo. En el caso de los hombres
este final siempre es erróneamente asociado a la eyaculación. Debido a la cultura de la
excitación express, donde el placer sucede “en un instante”, transforma al sexo en
una experiencia efímera y pasajera. Hoy sabemos que existen otras maneras de
vincularnos sexualmente donde la excitación no pasa solo por el coito.
Siento que pareciera suceder los mismo con las plantas u
hongos. ¿Acaso queremos la iluminación como si fuese un orgasmo express? ¿A dónde
queremos llegar con nuestros “viajes” psiquedelicos? Quizás necesitemos
resignificar el término “viaje” para referirnos a estas experiencias. Irse de
viaje para algunas personas es sinónimo de escape.
¿Hasta qué punto buscamos estas experiencias para disociarnos y evadir el dolor de una vida no dignificada?
¿Y si en realidad no exista el tal llamado viaje y que la consciencia verdadera sea experimentar un constante estado de vacío y de unidad? Proust decia que "El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos".
Escribí en pasadas ocasiones sobre el “sahaja samadhi” y el
“nirvikalpa samadhi” como estados a cultivar en la vida diaria. ¿Podemos ser
los alquimistas que transformen lo ordinario en algo extraordinario? ¿Acaso no
podemos disfrutar de lo cotidiano de una manera sostenida? ¿Nos da placer la
vida que llevamos? ¿Gozamos del acto de criar, cocinar, convivir con los seres
que nos rodean? ¿Disfrutamos verdaderamente el descanso? ¿nos permitimos la relajación
sin culpa?
Sin una preparación y reeducación de nuestros cuerpos, una
experiencia enteógena nos puede hacer “saltar la térmica” debido al gran caudal
de "intensidad "que habremos de procesar e integrar. Respecto a la intensidad, hemos de encontrar un equilibrio entre no sentir absolutamente nada y sentir que es mucha la información.
Necesitamos que nuestras expansiones de consciencia sean graduales, seguras, respetadas y cuidadas en las circunstancias adecuadas. Sino serán meras experiencias que acopiadas en el tiempo puede que nos lleven a experimentar la soberbia del “bypass” espiritual.
Como dice Paul Brunton: estas experiencias las deberá
comprobar no solo mediante sus evidencias internas sino también mediante resultados
externos ¿lo tornan más humilde o más orgulloso? ¿mejoran el equilibrio de sus
facultades o lo perturban?
Comenzar
por lo micro y encontrar allí un “lente macro”, hacer que una caricia se vuelva
un experiencia mística de lo más profunda. Lentamente y paso a paso se saborea
mejor la vida. Siempre hay un tiempo para llegar al sutil hogar de la
presencia.
Agradezco a mi compañera de vida por inspirar y colaborar en este escrito. Con ella aprendo a poner la inteligencia al servicio de la afectividad.

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